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Luis Landero, La vida negociable

La última novela de Luis Landero es un relato oral narrado en primera persona por un antihéroe, Hugo Bayo, que debe mucho a la novela picaresca. Este pícaro moderno tiene unos orígenes deshonrosos -su madre le es infiel a su padre y este estafa para mantener el nivel de vida de la esposa- que sus propios progenitores le confiesan, lo que provoca la pérdida de la inocencia. Al dejar en sus manos un arma tan poderosa como el secreto, despiertan sus instintos más adyectos, lo envilecen ("Tenía la vaga intuición de que algo esencial estaba ocurriendo en mi vida, y de que justo esa tarde había empezado a decirle adiós a los últimos vestigios de mi niñez. Y quién sabe si ahora empezarían a salir a la luz las grandes cualidades secretas que había dentro de mí", p. 33). Como en la novela picaresca, tenemos solo el punto de vista del pícaro, pero entrevemos la verdadera realidad (Hugo podría haber rechazado la indignidad, Marcos ¿salió indemne de la agresión?). Los episodios por los que va transcurriendo la vida de Hugo lo van degradando, le van "enseñando" a sobrevivir, pero siempre termina estrellándose porque sus sueños, sus expectativas chocan con la vida, con la fatalidad. Así, va pasando el relato por distintos géneros literarios, como lo hace la vida, por el drama, en su primera parte; por la comedia, durante la etapa de peluquero militar; por el folletín, la tragedia, la novela policíaca... Hugo huye de su profesión, que detesta, pero el sino lo lleva una y otra vez a acatar su fatalidad: es un excelente peluquero.
Al comienzo de la novela, y al final, vemos que el protagonista ha narrado a sus "pelucandos" su vida para intentar encontrar un sentido ahora que está esperando un hijo, que tiene otra oportunidad, al menos aparentemente ("Vi al niño inocente que fui, no corrompido aún, y luego al joven de ojos pérfidos y alma de diablo en que me convertí después (...) Arrimado a la pared, me quedé espantado de mí mismo", p. 290). El final abierto de la novela en realidad deja entrever la tragedia: Hugo y Leo tendrán que negociar con la vida si quieren ser felices porque están condenados por una culpa original. 
El tono intrínsecamente pesimista de la novela, muy quevedesco, habla de la farsa que es la vida, al mismo tiempo maravillosa, por lo que el humor está muy presente. Hay episodios hilarantes, sobre todo los relacionados con su actividad como peluquero, por ejemplo, la conversión de la ferretería en una peluquería. Hay episodios de una sensualidad desbordante, como los relacionados con la hirsuta coronela. En todos surge el engaño, la mentira, el falso amor, las ilusiones perdidas (ser actor, merecer el amor de Olivia, hacerse campesino, abarcar todo el saber humano...), la búsqueda desesperada de un sentido para la vida. El encuentro final con los padres impide el perdón. La vida es negociable, pero no es fácil negociar con ella. 

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