Yo amaba aquella casa sin vientos de desgracia. Era como mi alegre posesión transparente. Como la flor blanquísima que en los jarales brilla. Tal vez yo por entonces desdeñara a los dioses. Pues ni ellos habitaban en regiones tan claras. Y así como un castigo perdí lo que era mío. Un fuego despiadado prendió en aquellos campos. Después no quedó nada. Ni la flor de la jara. (José A. Goytisolo)
Deshaced ese verso, Quitadle los caireles de la rima, el metro, la cadencia y hasta la idea misma. Aventad las palabras, y si después queda algo todavía, eso será la poesía. (León Felipe)