La amistad de Elena Fortún y Carmen Laforet es un pequeño milagro -aunque comienzan a escribirse en 1947, Carmen hablaba en su interior con la autora de Celia desde los siete años- que llega a su última fase con la publicación de este epistolario. Como señala Cristina Cerezales Laforet al comienzo del libro, encontrar las cartas que su madre le había enviado a Elena Fortún fue totalmente azaroso, un hecho totalmente inesperado, tras una infructuosa búsqueda. Así pudo completarse este epistolario que no solo habla de las dos escritoras sino también de la época que les tocó vivir, unos duros momentos de la historia de España que cercenaron los anhelos de Elena y la libertad de Carmen, aunque ellas intentaran convertir ese sufrimiento en camino de pureza. Encarnación Aragoneses, Elena Fortún, aparece en estas cartas como un ser inteligente, profundo y generoso capaz de convertir las percepciones más sutiles en palabras sencillas, con la misma facilidad con la que disecciona toda ...
Deshaced ese verso, Quitadle los caireles de la rima, el metro, la cadencia y hasta la idea misma. Aventad las palabras, y si después queda algo todavía, eso será la poesía. (León Felipe)