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La palabra responde por el mundo. Hay mañanas
en que oímos el mar, la tierra en ella.
Es una cueva oscura, o un relámpago fijo.
Noches que se iluminan con la palabra humana.
¡Un firmamento o voz!
Pero a veces, muchas más veces, la palabra limita
con el hombre, es el hombre. La palabra gimiendo,
la palabra escuchando. (“Dime amor”). La palabra
escupiendo, apostrofando, reuniendo.
Clamando como solo una ardiente campana
fundida y aún colgante, vibrando, reclamando,
mientras todos los hombres a su voz se concentran,
y hay un coro de brazos, de puños proferidos,
una voz, y son todos. 
La palabra es un hilo
de voz, y es una madre. 
Y es un niño esperando.
Y es un padre en su fragua.
Y es un carbón brillando.
Y es un hogar que ardiendo quema las voluntades,
y nace el hombre nuevo (...) (Vicente Aleixandre)

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