"Los años y los golpes los habían enseñado a disfrutar a plenitud los instantes en que el goce era posible, para, avariciosos, dejar caer después esa efímera sensación de vida disfrutada en la alcancía de las ganancias indelebles, un recipiente translúcido como la memoria y que siempre se podía quebrar si se avecinaban tiempos peores" (Leonardo Padura, Herejes).
Vamos a ser felices un rato, vida mía, aunque no haya motivos para serlo, y el mundo sea un globo de gas letal, y nuestra historia una cutre película de brujas y vampiros. Felices porque sí, para que luego graben en nuestra sepultura la siguiente leyenda: "Aquí yacen los huesos de una mujer y un hombre que, no se sabe cómo, lograron ser felices diez minutos seguidos." (Por fuertes y fronteras).
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