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Cartas eruditas y curiosas / Tomo primero. Carta XXXIII
Defiende el Autor el uso que hace de algunas voces, o peregrinas, o nuevas en el idioma Castellano.
Señor mío: El tono, en que Vmd. me avisa, que muchos me reprehenden la introducción de algunas voces nuevas en nuestro idioma, me da bastantemente a entender, que es Vmd. uno de esos muchos. (...) Yo convendría muy bien con los que se atan servilmente a las reglas, como no pretendiesen sujetar a todos los demás al mismo yugo. Ellos tienen justo motivo para hacerlo. La falta de talento los obliga a esa servidumbre. Es menester numen, fantasía, elevación, para asegurarse el acierto, saliendo del camino trillado. (...)
Al propósito. Concédese, que por lo común, es vicio del estilo la introducción de voces nuevas, o extrañas en el idioma propio. ¿Pero por qué? Porque hay muy pocas manos, que tengan la destreza necesaria para hacer esa mezcla. Es menester para ello un tino sutil, un discernimiento delicado. Supongo, que no ha de haber afectación, que no ha de haber exceso. Supongo también, que es lícito el uso de voz de idioma extraño, cuando no la hay equivalente en el propio: de modo, que aunque se pueda explicar lo mismo con el complejo de dos, o tres voces domésticas, es mejor hacerlo con una sola venga de donde viniere. Por este motivo, en menos de un siglo se han añadido más de mil voces Latinas a la lengua Francesa; y otras tantas, y muchas más, entre Latinas, y Francesas, a la Castellana. Yo me atrevo a señalar en nuestro nuevo Diccionario más de dos mil, de las cuales ninguna se hallará en los Autores Españoles, que escribieron antes de empezar el pasado siglo. Si tantas adiciones hasta ahora fueron lícitas; ¿por qué no lo serán otras ahora? Pensar, que ya la lengua Castellana, u otra alguna del mundo, tiene toda la extensión posible, o necesaria, sólo cabe en quien ignora, que es inmensa la amplitud de las ideas, para cuya expresión se requieren distintas voces.
Los que a todas las peregrinas niegan la entrada en nuestra locución, llaman a esta austeridad, Pureza de la lengua Castellana. Es trampa vulgarísima nombrar las cosas como lo ha menester el capricho, el error, o la pasión. ¿Pureza? Antes se deberá llamar Pobreza, desnudez, miseria, sequedad. (...)
No hay idioma alguno, que no necesite del subsidio de otros, porque ninguno tiene voces para todo. (...) Pondré uno, u otro ejemplo. No tenemos voces para la acción de cortar, para la de arrojar, para la de mezclar, para la de desmenuzar, para la de excretar, para la de ondear el agua, u otro licor, para la de excavar, para la de arrancar, &c.
¿Por qué no podré, valiéndome del idioma Latino, para significar estas Acciones, usar de las voces, amputación, proyección, conmistión, conminución, excreción, undulación, excavación, avulsión?(...)
Ni es menester, para justificar la introducción de una voz nueva, la falta absoluta de otra, que signifique lo mismo; basta que la nueva tenga, o más propiedad, o más hermosura, o más energía. (...) Quintiliano, voto supremo en la materia, enseña, que no hay voz alguna, por humilde que sea, a quien no se pueda hacer lugar en la oración, exceptuando únicamente las torpes, u obscenas. (...).(El subrayado es mío).(Padre Feijoo).
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