Carmen Conde no había aparecido hasta ahora en este blog. Ha sido un descuido imperdonable, teniendo en cuenta que vivió durante unos años en Velintonia como inquilina de Vicente Aleixandre. Por tanto, nadie mejor que ella para habitar en este blog.
No es fácil interpretar Creció espesa la hierba, una novela aparentemente sencilla, pero de estructura muy compleja.
El viaje que emprende María haciendo autostop, tras fugarse de su casa para huir de la pasión por el marido de su hermana, la lleva a encontrarse con Laura, una mujer solitaria (no sabemos en principio por qué) que se apiada de ella, le da cobijo y protección e intenta comprender su locura. Van juntas a la playa de Murcia, al Mar Menor, pero María se escapa, se va a Madrid para encontrarse con su amante. En el epílogo del libro descubrimos que, en realidad, la joven y la mujer madura son la misma persona, son dos momentos de la misma vida colocados en sincronía para tratar de entender un comportamiento que tendrá terribles consecuencias. Este desdoblamiento permite interpretar el amor que siente María desde su perspectiva como menor de edad, pero también desde el punto de vista de ella misma en su madurez. Y no son los únicos puntos de vista de que disponemos. También asistimos desde la imaginación de María a las escenas de celos de su hermana -y a la visión de esta- y también a la opinión de su marido, uno de los vértices del triángulo amoroso. El deseo es más poderoso que el amor fraternal, que el amor conyugal, que la propia vida.
No quiero contar más para no desvelar lo más importante, pero aviso: hay que leer con mucho detenimiento ese epílogo del libro si se quiere desentrañar el significado de la novela. La cita de Aleksandr Solzhenitsyn es muy significativa y da título al libro: "Creció espesa la hierba/ sobre la tumba de mi juventud".
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