El comisario Jaritos comienza aquí sus andanzas con una historia policíaca de final sorprendente. Es este un comisario humanizado, que come comida basura y se relaja consultando palabras en el diccionario, que se lleva fatal con su mujer, aunque en el fondo se quieren, lo que demuestran con humor y sutileza, que adora a su hija. Jaritos, como otros muchos detectives, es continuamente ninguneado por unos superiores menos inteligentes que él, pero más próximos al poder y sus leyes. No sufre por ello, tiene una coraza que ha ido construyendo a base de decepciones y es lo suficientemente despierto como para aprender de los demás. La personalidad sarcástica del comisario es lo que más me ha gustado de esta novela negra. No existen largas descripciones ni análisis introspectivos y, sin embargo, gracias a las pinceladas que van surgiendo aquí y allá, descubrimos muchos datos esenciales tanto de los personajes como de la marcha del país. No es enteramente original, me ha recordado a otros detectives antihéroes como Pepe Carvalho, pero sus comentarios tienen una gran frescura. La trama no es muy compleja y está bien construida. El desenlace es muy sorprendente y nada previsible, como siempre que los sentimientos se mezclan con los datos objetivos. En definitiva, si os gusta la novela policíaca, debéis conocer a Jaritos, inserto en una Grecia de los años noventa que se parece mucho a nuestro país, quizá porque refleja un sistema capitalista de corrupción sistemática tanto en la política como en los medios de comunicación.
Gracias a Puri por presentármelo.
Gracias a Puri por presentármelo.
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