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Alicia Giménez Bartlett, Donde nadie te encuentre.

Cuando Alicia Giménez Bartlett leyó el libro de José Calvo, La Pastora. Del monte al mito, se sintió atrapada por este personaje histórico que en la década de los 50 seguía perteneciendo al maquis del Maestrazgo castellonense. ¿Cómo convertir un relato histórico en una novela? Se trataba de crear un armazón literario en el que integrar las andanzas reales de Teresa-Florencio Pla Mesegué. Para ello recurre a un género que le resulta familiar -no olvidemos que es la autora de las novelas de Petra Delicado-: la novela policíaca, pero lo adapta a sus necesidades. Se requiere no un detective sino un periodista que pueda investigar dónde se encuentra la bandolera más perseguida de la época y el motivo para buscarla: un estudio psiquiátrico. Traza de este modo dos tramas paralelas: por un lado, un periodista y un médico francés -al ser extranjero compara la situación de su país, tranquila, apacible, con la de España tras la Guerra Civil y en plena represión- recorren la sierra tras el rastro de La Pastora y por otro la legendaria asesina explica qué la ha llevado allí y cómo se produjeron sus asaltos, adelantándonos así la conversación que surgirá del encuentro. Podríamos pensar que ese adelanto frustra uno de los elementos de tensión de la novela, puesto que sabemos de antemano que la van a encontrar, pero en realidad es un gran acierto, porque las palabras de La Pastora, con su lenguaje coloquial verosímil y su sensibilidad apaleada son lo mejor de la novela. En cuanto a la otra trama, indaga en la transformación que sufren los dos hombres, en su relación y por separado, muestra el miedo que invertebra España en esos años de miseria y rencor, recrea unos cuantos personajes más o menos creíbles, pero a veces resulta repetitiva, parece que no da más de sí. Con todo, me parecería un libro redondo, teniendo en cuenta que la historia de Teresa es poderosa, capaz de hacer olvidar los defectos de la otra trama, la que sirve de soporte. El único defecto importante que puedo achacarle a la novela aparece muy al final, cuando Alicia Giménez decide cargar las tintas en las delaciones y añadir elementos melodramáticos innecesarios (¿era necesario que se buscara una explicación tan tremebunda al cinismo de Infante?), pero creo que estas decisiones de última hora quedarán en el olvido cuando piense en la novela dentro de unos meses y solo quede el poso que deja el personaje de Teresot, tan tierno y maltratado, tan valiente y tan fuerte. Veréis que es un personaje inolvidable, merecedor del último Premio Nadal.

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