Felipe Benítez Reyes es tan buen poeta que yo esperaba mucho más de él como novelista. Además, esta obra obtuvo el Premio Nadal. Por eso he continuado leyendo el libro pese a que se me caía de las manos desde el tercer capítulo. La novela pretende parodiar los éxitos de ventas pseudohistóricos que proliferan en las librerías, como un Cervantes de nuestro tiempo, pero lo que crea es una especie de novela de misterio con escasos misterios y abundantes digresiones. También consigue lucir sus amplios conocimientos exotéricos y mostrar que posee un gran dominio del idioma. Lástima que este buen narrador no sea un buen novelista. No la recomiendo porque es bastante aburrida y deslavazada, pero sí puede ser útil para entender lo que no es una novela, que no siempre la suma de dos y dos (personajes, acción, estructura...) da cuatro. El novelista es un perfecto alquimista que sabe dosificar con pericia sus ingredientes. Benítez Reyes, que tan bien conoce a los alquimistas de todo tiempo, no domina la fórmula. No siempre se acierta con las lecturas, pero al menos seguiremos disfrutando de sus poemas.
Vamos a ser felices un rato, vida mía, aunque no haya motivos para serlo, y el mundo sea un globo de gas letal, y nuestra historia una cutre película de brujas y vampiros. Felices porque sí, para que luego graben en nuestra sepultura la siguiente leyenda: "Aquí yacen los huesos de una mujer y un hombre que, no se sabe cómo, lograron ser felices diez minutos seguidos." (Por fuertes y fronteras).
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