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Ana María Matute, Paraíso inhabitado

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De nuevo sitúa Ana María Matute su novela en los tiempos convulsos de la Guerra Civil, como telón de fondo, sin perder ni un ápice de actualidad, puesto que habla de los ritos de paso, del salto doloroso de la infancia a la adolescencia,  de la pérdida del paraíso de la niñez, algo que es intemporal. 
Adriana, o Adri, una niña que ha nacido a destiempo, cuando sus padres ya no se querían, va descubriendo el mundo de los adultos -los Gigantes- desde la sorpresa y la incomprensión y se refugia, se esconde, escucha sus conversaciones y trata de entender algo. Pero es difícil. Los adultos se dividen en dos grupos: los que están de parte de los niños, los protegen, los abrazan; los que se muestran distantes, cumplen con los convencionalismos, tienen prejuicios y raramente dan amor. Su casa también está dividida en dos alas, la noble y la que ocupan las criadas y la niña. Adri se refugia en el mundo de las criadas y en él integrará a sus nuevas amistades. En ese ambiente se siente segura y feliz, hasta que deja de ser una niña. Entonces acecha el peligro: el mundo de los Gigantes la reclama.
Y todo ese proceso de cambio coincide con el descubrimiento del amor, de un amor puro y limpio del que disfrutan Gavi y ella.
Es una novela llena de ternura, pero nada sensiblera, con una profundidad en el análisis de los sentimientos infantiles que solo han conseguido unos pocos escritores -pienso también en Rosa Chacel-, una autobiografía ficticia con muchos elementos de su propia infancia, un ejemplo de buen estilo. Es también una crítica despiadada de la sociedad burguesa, frente a la que se sitúan -transgresores- los personajes más queridos de la narradora: el sorprendente Teo, Eduarda, Tata María, Isabel.


La novela es claramente realista, aunque no faltan elementos del mundo imaginario tan presente en la obra de Matute, como el unicornio. Tampoco están ausentes los elementos simbólicos. Pero es, sobre todo, otra de esas delicadas telas que la autora teje dejando algo de sí en cada puntada o, al menos, así me lo parece a mí, una novela sincera, auténtica.

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