La novela de misterio de este escritor islandés se sale de los cauces típicos del subgénero para abordar en profundidad el análisis de las pasiones humanas. Por ello, lo que destaca de esta novela no es la intriga producida desde el comienzo tras la aparición de unos huesos humanos a las afueras de Reykjavik, lo que no aportaría nada nuevo, sino la historia contada en flash back que ha llevado esos huesos allí.
Esa historia nos habla de un maltrato narrado con un detalle y un realismo fuera de lo común. La mujer maltratada -de la que solo conocemos su nombre, Margret- ha vivido en su piel la violencia ejercida por Grimmur (' cruel, feroz`, en islandés) en todas sus fases: intento de huida, conformidad, alienación, miedo por sus hijos...hasta que aparece un soldado americano (estamos en plena Segunda Guerra Mundial) que le da fuerza para luchar.
Los tres hijos sufren de distinto modo la violencia y tendrán reacciones diversas: Simon tendrá un destino trágico, Tomas imita la conducta del padre y malgasta su vida, Mikkelina, la niña "torcida", será la que lleve una vida más o menos normal.
Paralelamente, vivimos un episodio de la vida del inspector Erlendur Sveinsson que le permitirá hacer borrón y cuenta nueva con su pasado. Su hija Eva Lind, drogadicta y embarazada de siete meses, entra en coma. Él tendrá que rescatarla de la muerte y se rescatará a sí mismo. Sveinsson, antihéroe y plenamente humano, es otra víctima y verdugo al mismo tiempo, como Glimmur, pero la vida le da otra oportunidad.
En definitiva, es una novela de detectives, con misterios que deben ser resueltos, pero se convierte en mucho más.
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