Ana, que no sé qué edad tiene, me pide que le recomiende libros para el verano. Es muy difícil porque cada lector tiene sus propios gustos, pero esta novela creo que no fallará.
Desde la primera secuencia del primer capítulo sabemos quién es el asesino, pero desconocemos el móvil del crimen. El narrador nos coloca de parte del asesino, de modo que la inquietud surge por el temor de que lo atrapen.
Es una novela negra, pero supera las convenciones de género porque presenta un lenguaje preciso, lírico a veces, y porque también es una novela psicológica. El autor sabe además pintar el ambiente de la burguesía española veraneante en Santander con sabios toques.
El motivo del crimen es el enigma que se nos va proponiendo a través del asesino. Poco a poco se va desvelando el misterioso porqué del asesinato.
El detective de las novelas policíacas es aquí una juez. Esta elección dota al relato de verosimilitud porque, como señala la propia Mariana, con la ironía que encontramos a menudo en esta novela: “Como este es un país con tanta tradición de detectives sutiles, de crímenes sofisticados en su mayoría y de criminales tan dotados e inteligentes...”
Este asesino nuestro empieza a sentirse acosado cuando el grupo de conocidos que veranea siempre en San Pedro decide convertirse en una patrulla ciudadana. Diversos personajes van cerrando el cerco con sus recuerdos y sus deducciones. En los últimos capítulos el clímax crece: aparece un nuevo cadáver. La historia ha ido transcurriendo lentamente, pero en la última parte se precipita por causas naturales: todas las pruebas contra el asesino convergen.
Carlos, el asesino, tiene un destino trágico, como los héroes griegos (más bien es un antihéroe por la fuerza de las circunstancias). Pero para entender algo de esta historia tendrás que leerla...
Comentarios
Gracias Marga por tu blog. He pasado un buen rato y pretendo seguir visitándolo.
Susana.
me lo leeré este verano
bss