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Mostrando entradas de 2019
¿QUIÉN HA ENTRADO EN EL PORTAL DE BELÉN? Gerardo Diego ¿Quién ha entrado en el portal, en el portal de Belén? ¿Quién ha entrado por la puerta? ¿quién ha entrado, quién? La noche, el frío, la escarcha y la espada de una estrella. Un varón -vara florida- y una doncella. ¿Quién ha entrado en el portal por el techo abierto y roto? ¿Quién ha entrado que así suena celeste alboroto? Una escala de oro y música, sostenidos y bemoles y ángeles con panderetas dorremifasoles. ¿Quién ha entrado en el portal, en el portal de Belén, no por la puerta y el techo ni el aire del aire, quién? Flor sobre impacto capullo, rocío sobre la flor. Nadie sabe cómo vino mi Niño, mi amor.

León Felipe para comenzar las vacaciones

Por la manchega llanura  se vuelve a ver la figura  de Don Quijote pasar,  Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,  y va ocioso el caballero sin peto y sin espaldar,  va cargado de amargura,  que allá encontró sepultura su amoroso batallar.  Va cargado de amargura  que allá "quedó su ventura"  en la playa de Barcino, frente al mar.  Por la manchega llanura  se vuelve a ver la figura  de Don Quijote pasar,  Va cargado de amargura,  va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.  ¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura  en horas de desaliento así te miro pasar!  ¡ Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura  y llévame a tu lugar;  hazme un sitio en tu montura,  caballero derrotado,  hazme un sitio en tu montura,  que yo también voy cargado  de amargura  y no puedo batallar!  Ponme a la grupa contigo,  caballero del honor,  ponme a la grupa contigo  y llévame a ser contigo  pastor.

Confesiones desde el insomnio

Un dios trastornado, un dios loco, un demiurgo ciego que dispara a todos lados. Tiene todo el poder, pero lo utiliza mal, como un lanzador de saetas que no tuviera en cuenta la acción del viento antes de disparar. Así soy yo. Aunque no nací así.  ¿O sí?  Hace unos meses empecé a descubrirlo. Si lo hubiera contado a los amigos,  me habrían felicitado entre risas. ¡Menuda suerte! Ya me gustaría a mí fastidiar a los que no me gustan, a tanto gilipollas, enviar la desgracia a mis enemigos.  Seguramente,  todos lo hemos deseado alguna vez, desde niños: la venganza.  Yo no creo haber odiado a nadie. Es verdad que hay gente que me desagrada, que me cae mal, a quien no soporto. Siempre la hubo.   Hace un año, empecé  a analizar con la precisión de un relojero la relación con un compañero de trabajo  que me estaba afectando  de tal manera que no tenía ninguna gana de asistir a la oficina.  Sus  comentarios,  siempre desagradables,  no sé si iban exactamente contra mí, eran dardos envi
Los seres humanos necesitaríamos dos vidas: una para aprender a vivir y otra para poner en práctica nuestro aprendizaje.  Esa es nuestra gran tragedia.