Ir al contenido principal
Como explica el propio narrador, esta novela es un trampantojo, una trampa que comienza por el mismo título, Esa puta tan distinguida, la memoria. Y de eso habla Marsé: de la impostura de la memoria. 
La trama está basada en un hecho real: el asesinato de una prostituta en un cine barcelonés durante la posguerra, un acontecimiento que debió de impresionar vivamente al niño Marsé y sobre el que ha construido una novela ecléctica, diferente, difícilmente clasificable. 
El narrador es un novelista que decide, en 1982, por dinero, embarcarse en un proyecto cinematográfico en el que no cree, sobre todo porque desconfía del cine español de la transición (y con razón, a juzgar por el resultado de este intento: Los amores ciegos de Manolita). Este hecho nos permite observar cómo se desarrolla el proceso de escritura, puesto que el novelista duda continuamente de su habilidad para construir una obra honesta: “...siento como si arrastrara el pesado fardo de una impostura y una impericia que ya sería hora de asumir públicamente de una vez. No sabría explicar por qué, pero siempre llega un momento, cuando trabajo en un libro y me invade el desaliento, en que me siento como un impostor (véase el último libro de Javier Cercas), una máscara, una persona disfrazada de escritor, alguien que ha usurpado la autoría de ese montón de páginas torturadas” (Pág. 44); lucha por domar, como Bécquer, “el rebelde, mezquino idioma” (“Las palabras seguían empeñadas en no decir lo que debían” -pág-44) y se siente decepcionado con el resultado que va obteniendo: “El primer tratamiento del guion empezaba a vertebrarse mediante breves secuencias encadenadas que me parecían todas ellas de una clamorosa insolvencia narrativa” (Pág. 97). “De modo que la pretendida crónica avanzaba sin las servidumbres del suspense y sin la menor tensión narrativa” (Pág. 98). “Y a ratos me remordía la conciencia: estás preparando al lector para algo que no le vas a dar, me dije” (Pág. 140). No obstante, sabe qué quiere conseguir: “...la verosimilitud, algo a lo que me obliga la escritura, y que, a fin de cuentas, me importa más que cualquier realidad” (Pág. 115). 
Marsé integra en esta novela materiales diversos, ajenos a la novela, aunque a la novela nada le es ajeno: una entrevista inicial de la que solo tenemos las respuestas, pero que nos permite saber a qué nos vamos a enfrentar y nos acerca a la cosmovisión de Marsé (anticlerical, “mal” patriota, poco amante de las instituciones); escenas destinadas a convertirse en un guion; anotaciones que servirán como recordatorio...
Pero, a pesar de la originalidad en el tratamiento de los materiales, la novela no sería lo que es sin sus personajes, sobre todo Felisa, esa criada que entre volutas de humo va colando adivinanzas cinematográficas a un duro, con un cinismo y una desvergüenza inolvidables, porque en el cine está el secreto de la vida. O la señora Falp, la Esther Williams de la tercera edad cuyo espíritu competitivo le deja el ánimo por los suelos al narrador. El mismo Fermín Sicart, con su amnesia inducida o real, sus rasgos psicópatas, pero también su cariño por Carol, a la que no sabemos muy bien por qué asesina, si inducido por ella misma o llevado por un impulso irrefrenable, lo mismo da. Y esa anacrónica actriz en ciernes  más propia de nuestro tiempo que haría cualquier cosa por un papel, pero en el fondo tiene la inocencia de sus pocos años. Todos ellos, gracias al “decoro poético”, tienen su propia personalidad lingüística, porque Marsé acierta plenamente asignando a cada uno su registro. Por ejemplo, la joven Elsa Loris se expresa así: “Es para que se haga una idea de cómo veo actuar a una ciega. Porque usted no ha visto nada mío en este plan, ¿verdad? ¿Vio Despelote 2 en Marbella?” (Pág. 199). Sicart tiene un registro vulgar muchas veces: “Mire, este es un asunto que me toca bastante las narices, por no decir otra cosa. Porque es que no era una casa de putas, no señor, nada de eso” (Pág. 173). Como dice el narrador en la entrevista inicial, “La verdadera patria de un escritor no es la lengua, es el lenguaje” (Pág. 11).
Destaquemos por último los guiños al lector, como esa alusión a una tal Pilar Rajola, “contorsionista verbal y cómica radiofónica” o las alusiones metaliterarias a Caligrafía de los sueños, que presentaba a un personaje trasunto de Marsé niño que descubre su "nostalgia de futuro" (Pág. 46).
En definitiva, Esa puta tan distinguida es una novela inclasificable que reflexiona sobre las traiciones de la memoria, una memoria que, después de todo, no le importa a nadie (la historia de Carolina al final no se convierte en película): “Fui consciente de nuestra derrota, la suya y la mía; él por su pasado expoliado, recompuesto y remendado, yo por no haber sabido hacer nada con esos apaños y remiendos que le habían aplicado” (Pág. 233). Y la opinión de su autor sobre la novela está explícita en la entrevista inicial: “Al terminar de escribir ese libro me sentí muy mal. Satisfecho con las partes, pero desconcertado con el todo. Me sentía como si me hubiesen robado el argumento, el corazón de la trama” (Pág. 14).

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Vamos a ser felices", Luis Alberto de Cuenca

Vamos a ser felices un rato, vida mía, aunque no haya motivos para serlo, y el mundo sea un globo de gas letal, y nuestra historia una cutre película de brujas y vampiros. Felices porque sí, para que luego graben en nuestra sepultura la siguiente leyenda: "Aquí yacen los huesos de una mujer y un hombre que, no se sabe cómo, lograron ser felices diez minutos seguidos." (Por fuertes y fronteras).

Mario Vargas Llosa, La civilización del espectáculo

Se plantea Vargas Llosa en este ensayo el cambio semántico que se ha producido en la palabra "cultura" en los últimos años. Cuando él era adolescente, se tenía la idea de que la cultura, la alta cultura, solo podían alcanzarla unos pocos, la elite de la sociedad. Luego se generalizó la necesidad de democratizarla, lo que empobreció la cultura con mayúsculas haciéndola cada día más insustancial, más banal, más "light", lo que para él es sinónimo de "idiota". La facilidad y la superficialidad favorecen llegar a más gente. El consumidor de esta cultura se siente culto, moderno, parece estar a la vanguardia. Dentro de una tendencia general de la sociedad a cosificar al individuo entregándolo al consumo de objetos, la cultura se ha convertido en un objeto más. Su objetivo principal es facilitar la evasión; su característica principal es la evanescencia. "No aburrirse, evitar lo que perturba, preocupa o angustia, pasó a ser, para sectores sociales cada

Manuel Vicent, Aguirre el Magnífico

elpais.com He leído Aguirre el Magnífico porque pertenece a un subgénero que cada vez me gusta más, la biografía novelada. Y no me ha decepcionado. Vicent cumple con creces pues da cuenta de la novelesca vida de este personaje salido de los espejos deformantes del callejón del gato, según asegura el propio autor. No es que Vicent haga una descripción grotesca del personaje, es que los materiales que la historia de España más reciente y que el propio Aguirre proporcionan son en sí, al menos, pintorescos. Por lo demás, no creo que Vicent traicione a su amigo biografiado, aunque, eso sí, se cumple lo que le dijo el Rey en la recepción del comienzo de la obra, cuando Aguirre le presentó a Vicent como su “futuro biógrafo”:  "Coño, Jesús, pues como lo cuentes todo, vas aviado". No sé si cuenta todo, pero hay suficientes anécdotas, muestras de su aguda inteligencia, comentarios irónicos y malvados, puros cotilleos que permiten un acercamiento a la personalidad de este ser t