Toda la obra de Huarte (1) está construida en el sentido de lo que hoy llamamos, con mucha menos gracia que él, orientación profesional. Con menos gracia y con menos eficacia. Porque yo -quiero declarar redondamente mi pensamiento- no creo, en absoluto, en la orientación profesional. Creo, sí, en cambio, en el examen de ingenios. Me explicaré: la orientación profesional se refiere a la elección de oficios o de ciertas profesiones no complejas, y se basa en pruebas de cuya virtualidad dudo fundamentalmente, extraída de exámenes actuales de las aptitudes de los sentidos y de algunas intelectivas del candidato. En suma, nos enseñan la aptitud mecánica del hombre, incluyendo entre la mecánica las reacciones intelectuales de tipo principalmente automático. En cambio, el examen de ingenios, tal como Huarte lo concebía, se basa en el estudio fundamental de la constitución del individuo y no en el de sus aptitudes actuales. Nos enseña, pues, la raíz congénita de sus tenden...
Deshaced ese verso, Quitadle los caireles de la rima, el metro, la cadencia y hasta la idea misma. Aventad las palabras, y si después queda algo todavía, eso será la poesía. (León Felipe)