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Mark Twain, Las aventuras de Tom Sawyer

Sello alemán de 2001

Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain, es una novela imprescindible para los grandes lectores. Publicada en 1876, es considerada una obra maestra de la literatura. Tom es un chico travieso y muy listo que tiene un gran corazón y quiere mucho a su tía Polly, pero no cesa de hacerla sufrir con los líos en los que se mete continuamente cuando busca un poco de libertad dentro de las normas inexorables que impone la sociedad. Al joven lector, puede parecerle que Tom es un niño demasiado inocente, que cree plenamente las supersticiones más inverosímiles, como que un gato muerto cura las verrugas, pero debe situarse en una sociedad rural del siglo XIX. El mismo Twain lo explica en el prefacio del libro: “Las extrañas supersticiones mencionadas en el relato prevalecían entre los niños y los esclavos en el Oeste durante el período en que transcurre esta historia”. 
Sawyer vive con su tía Polly, su hermano pequeño Sid (“un muchacho tranquilo y poco dado a las aventuras y a meterse en líos”) y su prima Mary. Contrasta el carácter díscolo de Tom con la formalidad de los otros niños, pero él siempre se gana el cariño de su tía, que valora su bondad, aunque tenga que castigarlo continuamente: “Llegó a casa bastante tarde aquella noche, y cuando trepaba con cuidado para entrar por la ventana cayó en una emboscada encarnada en la persona de su tía, y cuando ella vio el estado en que traía la ropa, su decisión de transformar el día libre de Tom, el sábado, en cautiverio y trabajos forzados, adquirió una firmeza diamantina”. Viven en la aldea de San Petersburgo, trasunto de la aldea natal de Twain, Hannibal. Estas aventuras están inspiradas en la infancia del propio autor y los personajes principales también se basan en  seres reales que conoció. Pero lo mejor de la novela, en mi opinión, aparte de la encantadora inocencia de Huck, de Tom, de los otros amigos, es el tono que da el narrador al relato. La ironía, la complicidad con el lector. el cariño que muestra por sus criaturas hacen que la novela resulte sincera y los personajes inolvidables. A ello hay que añadir el lenguaje, unas veces coloquial e incluso vulgar, otras poético.
Tenemos, además, una certera pintura de la sociedad de su tiempo, del cruel maestro sin vocación “por aquellos días la vara y la palmeta apenas descansaban”, de los beodos, de los asesinos como Joe el Indio, de las gentes del pueblo, siempre prontas a buscar niños perdidos, del aburrido sermón del cura... Y todo aderezado por las aventuras, muchas veces peligrosas, en que se meten cuando deciden ser piratas o bandoleros.
El personaje de Huck va adquiriendo una fuerza tan grande que terminará siendo el protagonista de otra novela, Las aventuras de Huckleberry Finn. Huck es un niño maltratado, abandonado por su padre borracho, pero libre, el único chico libre del pueblo, por lo que es muy admirado: “... deseaban atreverse a ser como él. Tom era como los otros muchachos respetables; como todos ellos envidiaban en Huckleberry su llamativa condición de proscrito, y tenía terminantemente prohibido jugar con él. Así que jugaba con él en cuanto tenía la menor oportunidad. (...) Huckleberry iba de acá para allá a su antojo. Dormía en el quicio de cualquier puerta cuando hacía buen tiempo y en toneles vacíos cuando llovía; no tenía que ir a la escuela ni a la iglesia, ni llamar a nadie amo, ni obedecer a nadie”. Cuando es acogido por la viuda Douglas, se escapa de casa, porque no puede soportar la falta de libertad, y solo volverá convencido por Tom de que van a formar una cuadrilla de bandoleros.
Como en cualquier infancia que se precie, en la de Tom aparece el amor. Su relación con Becky atraviesa dificultades, pero acaba reforzada por la aventura de la cueva. 
En definitiva, si no habéis leído este libro, aprovechad las vacaciones para hacerlo. Si conocéis las aventuras por el cine  o la televisión, leedlo también, puesto que lo que distingue a esta novela de cualquier relato de aventuras es el tono que le confiere su narrador.

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